lunes, 30 de julio de 2007

Carta a nuestros hijos: El Planeta de Al Reeves

Muchos recibimos una bofetada, otros escobazos y coscorrones, regaños a gritos nalgadas o azotes severos.

Todo porque siendo niños incurrimos en desaciertos propios de la aventura y la osadía y porque nuestros padres querían que pensáramos y actuáramos como adultos, cosa si no imposible, no apta para menores.

Hasta solían decir, como apoyándose en su experiencia de padres que cuando tuviéramos nuestros hijos, lo entenderíamos. Esos arranques violentos quizá tuvieron justificación porque hasta la fecha, si mal no recuerdo, hay charlas para novios, pre matrimoniales pero no una capacitación para el momento que seamos padres.

Pero para cambiar la historia, aquellos que nacimos rebeldes y pese a la represión paterna o materna, algunas veces una más que la otra, aprendimos la lección. No la de aplicar la misma medicina a nuestros herederos sino al crecer, de que tuvimos la oportunidad de hacer lo que quisimos.

Una libertad que en su momento tuvo su precio que, afortunadamente, no nos llevó al hospital o al cementerio ni nos dejó marcados porque también, en medio de esa cultura de violencia en la que nuestros progenitores se vieron atrapados, mas que golpes, muchos de ellos se decidieron por hablar, por plantearnos conceptos como la reflexión, antes de actuar.

Ahora voy yo......Los días felices porque no se puede decir MAS, empezaron, precisamente, con un gabinete de madera de conacaste, ya en peligro de extinción.

Tres gavetas grandes y una de un tercio, botones, conos de hilo, lustrinas, metro de plástico con caucho.....haasta tornillos y tuercas que coleccionaba.....por si alguna vez.

Ropa a medio regar por el piso.

Ustedes, mis hijos...y su primera travesura.

Nacieron dos mujercitas con un año de diferencia y ese día, al entrar al cuarto, estaban pálidas, temblando y a punto de llorar. Esperaban tal vez un grito o un regaño o hasta una nalgueada pero.....YO...feliz porque estaban sin un rasguño.

Y yo, feliz.

Abrieron las gavetas grandes formando una escalera para ver que había en el costurero y, no era para menos que despertara su natural curiosidad porque era una especie de cofre, de madera, un regalo de su abuelo materno a su mamá.

Lo lograron y botaron el mundo que, en mis ojos es una luz en el camino.

Hay más.

Una computadora del año, era una clon 4-86 world vision, con un código bizarro, según yo, de 3 páginas que bloqueó todo.

Había sido el varón y no la primera sino talvez la segunda vez que practicaba su
curiosidad científica.

Y mi tercera hija, diciéndome, una vez: “Papá, mejor pégame pero no me regañes.

Todo por una suma o una división, que se yo. Lo cierto es que me paró en seco y me sentó bien.

En cada travesura, si es que se le debe llamar así a la creatividad infantil, me plantaron en mi niñez y, ....haciendo travesuras.

Me enseñaron, aparte de ser atrevido para manejar la computadora, a compartir su YO en esos momentos como compartimos instancias de golpes por jugar o una que otra enfermedad que aparece porque tememos que les vaya a afectar.

Desde entonces, recomiendo, aconsejo, a quienes esperan a su primer hijo o a quienes ya lo tienen o quieren tenerlos, que no los regañen, grite, peguen, azoten o repriman de cualquier manera.
Nada se arregla cuando son travesuras. Si no les cuento que cuando el varón arruinó mi aparato de sonido, entonces la deducción fue: Ya no tiene arreglo pero se puede comprar otro, aunque tarde un poco de tiempo.

O cuando dejan una o dos materias de estudio, de nada vale la represión sino pensar cómo podemos apoyarlos para superar esas momentáneas dificultades.

Todo eso se puede superar sintiendo y diciéndoles que nada de eso puede ser mayor que el amor que les profesamos, recordándoles que son inteligentes, sabios, capaces de superar todo en todo que son únicos en el universo y que su existencia es nuestra existencia.

Su madre y su papá....LOS AMAMOS

No hay comentarios: